Frente a Venezuela, Argentina busca un cupo a las semifinales de la Copa América, con EE. UU. esperando en el horizonte. Una ocasión propicia para acabar esa negra noche de 23 años.
Tras pasar de agache en la primera ronda, con apenas una exposición mediática frente a Panamá, Lio Messi, el mejor jugador del planeta fútbol, enfrenta desde este sábado en Foxborough, en las afueras de Boston (Massachusetts), uno de los pocos fantasmas que le quedan por batir en su fantástica trayectoria profesional: ganar un título con la Selección Argentina. El equipo de Gerardo ‘Tata’ Martino se medirá a la sorprendente Venezuela en procura de un cupo a la semifinal de la Copa América Centenario, instancia en la que ya les espera el local Estados Unidos.

Dos finales perdidas en tres ediciones disputadas son un pesado lastre para cualquiera, incluido el mejor jugador que ha visto el fútbol en el siglo XXI. Messi, que todo lo ha ganado con el FC Barcelona, que con la Albiceleste supo saborear las mieles del triunfo en el Mundial Sub-20 (Holanda-1995) y en los Juegos Olímpicos (Beijing-2004), al borde de los 30 años mantiene una asignatura pendiente: ganar algo con la Selección absoluta. Claro que, en honor a la verdad y para no cometer una injusticia, esa no es una deuda exclusiva del talentoso zurdo rosarino, sino de varias generaciones de futbolistas argentinos. La última vez que sus hinchas festejaron alrededor del Obelisco, en Buenos Aires, con ocasión de la Copa América de Ecuador-1993. Y en esa época, Messi contaba apenas 6 años.
CA-100: Colombia acabó con la maldición de los cuartos
Argentina es una de las grandes potencias orbitales, para nadie es un secreto, pero esa es una condición que se debe refrendar con títulos; a un equipo de su categoría no le basta con actuaciones decorosas, tampoco con llegar a disputar finales si, como ocurrió en Perú-2007 y Chile-2015 y también en el Mundial de Brasil-2014, las pierde. Desde aquel lejano recuerdo del doblete de Gabriel Omar Batistuta en el estadio Monumental de Guayaquil, para vencer a un aguerrido México (2-1), son muchos los jugadores de talla mundial que lucieron la casaca albiceleste y cerraron ese ciclo con la misma frustración que hoy persigue a Messi. Son insondables caprichos del fútbol y de la vida, de la misma manera que el siglo pasado les ocurrió a Pelé (subcampeón en 1959) y a su compatriota Diego Armando Maradona (tres participaciones, ningún podio), otros grandes que nunca ganaron la Copa América. La diferencia está en que O Rei y D10S alzaron la Copa Mundo (algo que Messi tampoco logró).

En los medios de comunicación ha hecho carrera una frase que obviamente está alejada de la realidad, pero que forma parte del imaginario popular, que la da como cierta: Argentina es Messi y diez más. Una afirmación con una terrible carga peyorativa, como si esos diez fueran de palo, como si fueran incapaces de brindar algunas alegrías. La primera fase de la Copa América Centenario, entonces, gracias a la circunstancia de una lesión que mantuvo al ídolo al margen de la competencia, sirvió para reivindicar a esos otros futbolistas y, de paso, encontrarle una nueva dimensión al conjunto. Así, los desagradecidos, que se dejan llevar por los mensajes mala leche que surgen de los medios de comunicación y distorsión y que pululan por las cloacas sociales, han podido apreciar el valor de Sergio Romero, Nicolás Otamendi, Javier Mascherano, Sergio ‘Kun’ Agüero, Gonzalo Higuaín, Ángel Di María y Nicolás Gaitán, entre otros.
Argentina, no hay que olvidarlo, fue el único equipo de campaña perfecta en la primera fase de la Copa América Centenario: venció 2-1 a Chile, 5-0 a Panamá y 3-0 a Bolivia. Contra el actual campeón, su verdugo de hace 12 meses, no tuvo mayores inconvenientes e irónicamente el que más esfuerzo le requirió fue el elenco centroamericano, novato de la ocasión. Solo el ingreso de Messi, a falta de media hora, logró destrabar esa madeja que el técnico Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez le propuso a la Albiceleste. Esos buenos resultados, sin embargo, de nada servirán si Argentina se queda a mitad del camino, como ya les ocurrió a Brasil y Uruguay, eliminados en la fase de grupos, o a Perú, que sacó del camino a la Auriverde y después no pudo superar el escollo de Colombia en cuartos de final. En cambio, todo aquello cobrará un valor especial, por el hecho de haber sido conseguido prácticamente sin el concurso de Lio Messi, si el elenco de Tata Martino llega a la final y, especialmente, si regresa a Buenos Aires con el trofeo en su poder.

Lo cierto es que con Messi y sin Messi, Argentina todavía no da todo lo que sus hinchas quieren: el nivel de juego es irregular, por largos ratos pierde la brújula, el sistema de creación se nubla con frecuencia y en defensa se cometen errores propios de novatos aficionados. O, como ocurrió en las finales de la Copa Mundo y de la Copa América, a sus ases atacantes se les cierra el arco contrario. Un rompecabezas que el técnico Martino todavía no terminó de recomponer, al que todavía le faltan algunas fichas. Por eso, cada uno de los partidos que jugará Argentina en lo que resta de la Copa América Centenario es una final; si la gana, pasa a la otra, y luego a la otra, hasta que consiga quedarse con el trofeo y poner punto final a esta larga noche que completa 23 años.
Hubo otra época, en la segunda mitad del siglo pasado, en la que Argentina vivió una situación parecida: entre 1959 y 1991 pasó 32 años sin ganar la Copa América aun contando con elencos fabulosos, aun teniendo en sus filas al más grande de todos los tiempos: Diego Armando Maradona. La única diferencia es que en ese tránsito logró sumar las dos coronas orbitales que adornan su palmarés, las de Argentina-1978 y México-1986. Ahora, quizás, la historia pueda escribirse al contrario, es decir, que antes de apuntarle al título en Rusia-2018 sea necesario subir a lo más alto del podio en el torneo continental. Esa es la ilusión de los hinchas albicelestes, una ilusión que tiene nombre y apellido propios: Lionel Messi. El desenlace de la trama, afortunadamente, comenzará a desvelarse esta noche en el Gillette Stadium, frente a una Venezuela en plan de grande.

Refundida en el fondo de la tabla en las eliminatorias rumbo a Rusia-2018, la Vinotinto llegó a tierra estadounidense con el propósito de resetearse: Noel Sanvicente no resistió los malos resultados y fue sustituido por Rafael Dudamel, histórico portero patriota. Con el ex número uno, este equipo recuperó el buen nivel de épocas recientes (fue semifinalista de la Copa América-2011) y que también ilusionó a los aficionados con acudir a una inédita Copa Mundo. Sorteado en un grupo que para muchos era un escollo insuperable, Venezuela dio la sorpresa: se deshizo de Jamaica (1-0), eliminó a Uruguay (1-0) y luego exigió al máximo a México (1-1). Algunos podrán pensar que ya cumplió, que una salida decorosa frente a Argentina (cualquier resultado que no sea goleada) basta para regresar con la frente en alto, pero Dudamel y sus dirigidos piensan diferente.
¿Si ya dejaron en el camino a Uruguay, el más ganador de la historia de la Copa América, por qué no soñar con apear también a Argentina? Ese es el fuego que alimenta los corazones de los jugadores de la Vinotinto: escribir una página inédita en la historia del torneo para incluirse por segunda vez entre los cuatro mejores. Y buscará ofrecer los buenos argumentos futbolísticos que ya nos mostró para llegar hasta donde está: juego ordenado, disciplina táctica, altas dosis de sacrificio y solidaridad y efectividad en el ataque. No son cualidades que un hincha común y corriente pueda atribuirle tradicionalmente a Venezuela, pero es ahora, justo ahora, que comienzan a aflorar los frutos del buen trabajo de base realizado durante más de una década por distintos entrenadores. Y si Argentina está en su momento histórico, ante la oportunidad histórica para regresar a lo más alto del podio, Venezuela también tiene una ocasión que, sin duda, no pasará inadvertida en caso de que el destino le favorezca.

En 1967, cuando Venezuela se convirtió en el décimo y último de los países de Suramérica que se unió a la fiesta de la Copa América, Argentina ya había celebrado 12 de los 14 títulos continentales que adornan su palmarés. Si bien los tiempos han cambiado, y el fútbol también, no cabe duda de que el de esta tarde noche en Foxborough será un capítulo más de aquella fábula de David contra Goliat. Venezuela fue cuarto en Argentina-2011, justamente el último torneo en que Argentina no pudo brillar (fue finalista en Perú-2004, Venezuela-2007 y Chile-2015). Ahora, con unas diferencias futbolísticas que son bien distintas a las diferencias históricas, se ven las caras en un partido que promete dejar huella. La clave, sin duda, la tendrá Lionel Messi, al que le llegó su hora de grandeza en la Copa América…