El campeón defensor goleó 7-0 a México, que sufrió la peor humillación de su historia. Ahora, la Roja se medirá a Colombia y se postula como serio candidato al título de la Copa América Centenario.
Chile, el actual campeón de América, le propinó a México la más vergonzosa goleada de su historia en una competencia oficial y se convirtió en el cuarto y último semifinalista de la Copa América Centenario. Ahora, la Roja, que se impuso por un categórico 7-0, se medirá a Colombia el próximo miércoles en el estadio Soldier Field de Chicago (Illinois). La gran figura del partido disputado en Santa Clara (California) fue el delantero Eduardo Vargas, autor de una cuarteta, algo que no se daba desde hace casi 60 años. Fue la primera derrota de los aztecas bajo el mando del técnico colombiano Juan Carlos Osorio.

Si bien estaba claro que el elenco dirigido por el hispano-argentino Juan Antonio Pizzi venía en alza, mientras que cuadro del risaraldense había involucionado, nadie podía prever un resultado de esta índole. Y hay que tener en cuenta dos aspectos: uno, que el marcador es completamente justo, porque la Roja fue infinitamente superior a su rival, lo avasalló, le pasó por encima, lo ridiculizó; otro, la diferencia pudo ser bastante más abultada, porque los atacantes chilenos, que vivieron una tarde noche dulce en el Levi’s Stadium, erraron al menos cinco ocasiones muy claras, amén de otras tantas en las que el golero Guillermo ‘Memo’ Ochoa, el gran sacrificado del día, ahogó el grito de gol. México, en cambio, apenas si inquietó a Claudio Bravo, que por fin tuvo un partido tranquilo.
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Qué caprichoso e impredecible es el fútbol, que cambia el rumbo de la historia sin que sea posible hallar una explicación razonable y ese es, quizás, el motivo por el que también resulta tan apasionante. Chile llegó a suelo estadounidense en medio de dudas, con el técnico Pizzi en capilla y varias de las figuras de la generación dorada cuestionadas por sus recientes actuaciones. México, en cambio, aterrizó con el cartel de aspirante colgando del cuello, con su entrenador sacando pecho, hablando duro, presumiendo unos resultados positivos y, lo más importante, con el masivo apoyo de sus hinchas, de lejos y por mucho la colonia latinoamericana más grande en la tierra del Tío Sam. Sin embargo, a medida que pasaban los partidos, mientras la Roja subía como espuma, el elenco azteca entraba en un espiral que este sábado le destrozó la ilusión.

Apenas un cuarto de hora duró la mínima resistencia de México, porque al minuto 15 el lateral Edson Puch abrió el marcador aprovechando las generosas ventajas de la zaga azteca. Desde entonces, y especialmente en el segundo período, el partido fue un carnaval para Chile y una prolongadísima, dolorosísima y merecidísima tortura para los manitos. Si bien intentó superar a su rival con el juego por las bandas, de la misma manera que lo había hecho contra Uruguay en el estreno, México no tuvo claridad, tampoco profundidad y menos tranquilidad para descifrar el acertijo que le propuso el técnico Pizzi. La primera etapa concluyó 2-0, luego de que a los 43 minutos Eduardo Vargas comenzó su festival goleador en momentos en que la Roja ya pisoteaba a su rival con un juego colectivo encantador y contundente.
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Para el complemento, Osorio metió la mano, pero en cambio de solucionar los problemas terminó de derrumbar la estructura de su equipo: le dio ingreso a Carlos Peña y Raúl Jiménez en lugar de Hírving Lozano y Jesús Dueñas, con lo que perdió la poca contención que tenía y virtualmente se le arrodilló a Chile, que no tuvo piedad. Alexis Sánchez, el arquitecto de la goleada, y Vargas anunciaron la goleada con sendos tantos a los 3 y 6 minutos, respectivamente, sin que México atinara a reaccionar. Por el trámite que tomó el encuentro, la memoria nos llevó de regreso al 8 de julio de 2014, cuando en el estadio Mineirao de Belo Horizonte Alemania goleó 7-1 a Brasil en las semifinales de la Copa Mundo: cada vez que Chile pasó la mitad de cancha con la intención de marcar, lo consiguió, sin que los manitos pudieran hacer algo por evitarlo.

A los 11, Vargas festejó su tripleta, mientras el técnico Pizzi, a sabiendas de que ya el triunfo no se podía escapar, comenzó a refrescar la nómina pensando en la semifinal del miércoles contra Colombia: sustituyó a Marcelo Díaz y Gary Medel, estandartes de su mediocampo, para darles lugar a Francisco Silva y Enzo Roco. En los siguientes 15 minutos, con México arrodillado y resignado, con los brazos abajo y sin el mínimo atisbo de rebeldía, Chile desperdició varias ocasiones por pura gula de sus atacantes, que dilapidaron por querer adornarse, por exceso de confianza. Pero no había forma de contener ese vendaval y, por eso, antes de la media hora Vargas se inscribió en los libros de historia de la Copa América Centenario con su cuarteta, para aumentar a 6-0.
Fue la decimotercera cuarteta de la historia del torneo, la segunda anotada por un jugador chileno. Curiosamente, la primera también fue protagonizada por un jugador de la Roja: el histórico David Arellano, uno de los fundadores del Colo Colo, que se reportó con su póker de celebraciones frente a Bolivia, el 12 de octubre de 1926, en el estadio Sport de Ñuñoa, en Santiago. Ese partido terminó 7-1 y significó la primera victoria chilena en el certamen. Hasta entonces, los australes habían disputado 19 partidos en la Copa América, con saldo de 3 empates y 16 derrotas. Los argentinos Gabino Sosa, Herminio Masantonio, Rodolfo Micheli y Humberto Maschio; los uruguayos Héctor Castro, José María Medina y Javier Ambrois (dos, el único); los brasileños Zizinho y Julinho y el paraguayo Duilio Benítez fueron los otros jugadores que celebraron por cuarto en un partido. La última la había anotado Ambrois el 23 de marzo de 1957, en el triunfo 5-3 sobre Perú, en Lima.

Ese 6-0, más adecuado para un partido de tenis que para uno de fútbol, ya igualaba la peor goleada sufrida por México en una competencia oficial. Fue el 6 de junio de 1978, en la primera fase del Mundial de Argentina, en un duelo disputado en el estadio entonces llamado Chateau Carreras (hoy Mario Alberto Kempes). Esa vez, Dieter Mueller, Hansi Mueller, Karl-Heinz Rummenigge (2) y Hienz Flohe (2) se ensañaron con el elenco de José Antonio Roca y les hicieron vivir a los porteros José Pilar Reyes (encajó 3 goles) y Pedro Soto (los 3 restantes) la peor jornada de sus trayectorias. En Copa América, México solo había sufrido dos goleadas: un 4-0 a manos de Brasil, el 18 de junio de 2004 en Piura (Perú), también en cuartos de final, y un 3-0 por cuenta de Argentina, en las semifinales de Venezuela-2007, en Puerto Ordaz.
Y como el reloj avanzaba en cámara lenta, y como México nunca encontró la forma de contener a su rival, y como el técnico Osorio se quedó pasmado al igual que sus jugadores, y como Chile nunca sacó el pie del acelerador, llegó el histórico 7-0. Fue a los 42 minutos, obra de Puch, inesperada fórmula goleadora para los australes. Por fortuna para los aztecas, el árbitro brasileño Heber Lopes sí tuvo la compasión que los chilenos les negaron y pitó el final del encuentro tan pronto como pudo. Así, les evitó una humillación peor. Ahora, los de Juan Antonio Pizzi se medirán a Colombia, el miércoles en Chicago, en busca de una segunda final consecutiva para soñar con la revalidación de su corona. México, en cambio, se subió a una furiosa tormenta tropical con consecuencias imprevisibles. Chile recuperó mejor versión, reivindicó ese poder goleador que tantas alegrías le brindó el año pasado y se presenta como un temible rival para Colombia. México, en cambio, regresa a casa manchado en su honor, humillado como nunca antes, aterrizado y, lo peor, sin saber qué camino tomar. Insondables son los caminos del fútbol…
