El peor Brasil de la historia, el mismo que fue humillado dos veces ante sus hinchas en la pasada Copa Mundo, salió por la puerta de atrás de la Copa América Centenario. ¡Justicia divina!
Podrán llorar, podrán quejarse, podrán enviar misivas a la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF), podrán sentirse indignados el resto de sus vidas, pero lo cierto es que Brasil fue bien eliminado de la Copa América Centenario. Y lo mejor es que lo hizo en su ley: con un equipo paupérrimo, con un juego que es una afrenta para el jogo bonito del siglo pasado y, lo más divertido, con polémica arbitral incluida. De la misma manera que la Auriverde tantas veces salió airosa, para no ir muy lejos en el debut contra Ecuador, ahora resultó perdedora. ¡Hay justicia divina!

Perú, al que prácticamente todos daban por eliminado antes de que el balón rodara en el Gillette Stadium de Foxborough, en las afueras de Boston (Massachusetts), tuvo su noche heroica: venció 1-0 a Brasil, uno de los candidatos a la corona, y lo eliminó. La última vez que el país de la samba había sido eliminado en la primera ronda del torneo continental había sido en Argentina-1987, cuando Chile lo goleó 4-0 en Córdoba. Uruguay, el más ganador de la centenaria historia, había quedado eliminado tras caer con Venezuela y ahora el elenco inca dio otro batacazo al dejar en el camino al ocho veces campeón continental. Ahora, los de Ricardo Gareca se medirán, en cuartos de final, a Colombia.
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Nadie va a extrañar al Brasil de Dunga en lo que resta de la Copa América Centenario. Y bien merecida tiene su suerte el otrora Scratch. Plagado de jugadores sin talento, de picapiedras chocadores y corpulentos atletas sin técnica, Brasil sigue su caída libre. No es un traspié común y corriente, un accidente en el torneo continental: es la consecuencia de tantos años de andar pisoteando su historia, de andar ensuciando su tradición, de andar renegando del ADN futbolístico que tanta gloria y tantas alegrías le dieron. Tras alzar el trofeo de la Copa Mundo-2002 con un equipo de similares características en el que el gran Ronaldo Nazário, el Fenómeno, marcaba diferencias, Brasil se lanzó por el precipicio y no para de rodar.

¿Qué se puede esperar de un Brasil en el que la camiseta 10 la porta un tal Lucas Lima, un jugador del montón entre los del montón? ¿Cómo pretende Brasil reeditar viejas glorias jugando con un único delantero que se llama Gabriel, un jugador del montón entre los del montón? ¿Cómo quiere Brasil volver a reinar en América cuando su técnico es Dunga, que de manera consciente eliminó de su nómina cualquier vestigio de talento? El mundo ha cambiado y, con él, el fútbol ha cambiado y ya no se gana con la camiseta. Y mucho menos este Brasil, el peor de la historia, que ya no le mete miedo a nadie. Un Brasil que, como recuerda la afición colombiana en el Mundial-2014, necesita las ayudas arbitrales para no quedar por fuera de la fiesta que él mismo organizó.
Las penosas goleadas que el conjunto entonces dirigido por Luiz Felipe Scolari, otro nefasto personajito, contra Alemania (1-7 en semifinales) y Holanda (0-3, en el partido por el tercer puesto) no fueron fruto de la casualidad. Lo increíble es que los directivos brasileños no entienden que transitan por el camino equivocado y que mientras más se demoren en recomponer más difícil va a ser volver a su esencia, a retomar ese pasado de gloria, alegrías y títulos. Es que ya ni siquiera tiene individualidades desequilibrantes capaces de salvarle la papeleta, capaces de evitarle el ridículo, como lo hicieron Romario en Estados Unidos-1994 y Ronaldo en Corea del Sur y Japón-2002. Porque el promocionado Neymar Jr., como lo ha demostrado en el FC Barcelona, es un excelente producto de mercadeo, pero un jugador de fútbol normalito, uno que posee buena técnica, pero mínima conciencia de los dones que le regaló la naturaleza y menos inteligencia para aprovecharlos.

A esta Copa América Centenario, el técnico Dunga le apostó a un equipo mixto en procura de la ansiada renovación. Trajo alguno de los que protagonizaron ese bochornoso final del Mundial y respaldó a otros que son de su gusto. ¿El resultado? Brasil igualó sin goles con Ecuador un partido que en buena ley debió perder; luego goleó a un inocente cuadro de Haití que le sirvió la goleada en bandeja de plata, y terminó cayendo con justicia frente a un Perú que comenzó respetándolo demasiado, pero que en el complemento le jugó de tú a tú y lo superó nítidamente. Podrán llorar, podrán quejarse, podrán enviar misivas a la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF), podrán sentirse indignados el resto de sus vidas, pero lo cierto es que Brasil fue bien eliminado de la Copa América Centenario.
Y que no le vayan a cargar la responsabilidad al árbitro uruguayo Andrés Cunha, que actuó en conformidad con el reglamento. El gol anotado por Raúl Ruidíaz a los 29 minutos del segundo tiempo deja abierta la polémica, pero fue legal. La polémica queda abierta porque hay tomas de la televisión que, según el ángulo que se muestre, dan la impresión que hubo mano del atacante inca. Sin embargo, la toma de frente, con una cámara ubicada detrás el arco del flojísimo Alisson, deja claro que el balón le pega en la parte alta del muslo, casi en la cadera, y se mete al arco. Igual, el equipo arbitral hizo uso de la tecnología que se estrenó en esta Copa América Centenario y certificó la validez de la acción. Brasil, sus jugadores y sus hinchas nunca lo aceptarán, y eso es lógico, pero el triunfo peruano fue legítimo y, mejor aún, merecido.

Brasil dominó la primera parte del encuentro, pero fueron muy escasas las ocasiones en las que exigió al buen golero Pedro Gallese. Perú ni se acercó a los predios de la Auriverde, consciente de que un gol en contra daría al traste con su ilusión en virtud de la victoria de Ecuador sobre Haití (4-0) en el duelo previo. Para la segunda parte, sin embargo, el técnico Tigre Gareca mostró las garras y adelantó las líneas, soltó las amarras defensivas y se animó a buscar la victoria. Le costó a Perú, y mucho, llegar con peligro, pero cuando lo hizo causó zozobra. Y al filo de la media hora, cuando ya mandaba en el partido, llegó la jugada polémica. Después de que el gol fue convalidado, Brasil gozó de media hora para buscar el empate que le diera el paso a los cuartos de final, ¡pero ni siquiera incomodó a Gallese!
En el primer juego del grupo, Brasil evitó la derrota gracias a un error de la terna arbitral, que le negó un gol a Ecuador en una jugada de Míller Bolaños sobre la raya final; se argumentó que le balón había salido, pero las imágenes de la televisión demostraron que eso no había ocurrido. Y esa vez, curiosamente, no se utilizó la tecnología para certificar la decisión arbitral. Ahora, como el bandolero que cae en un tiroteo en un oscuro callejón, Brasil murió en su ley: con polémica arbitral. La verdad, sin embargo, es que la Auriverde sucumbió a sus propias limitaciones, a la ausencia de talento en sus filas, a errores de sus jugadores y a la patética terquedad de su entrenador. Como pocas veces ocurre, apareció la justicia divina y Brasil regresará a casa con el rabo entre las piernas y una nueva vergüenza a cuestas. Ahora sí, Brasil, ¿dime qué se siente?
